Revista Eslavia 1 (2015)

 

CONTINUIDAD CLÁSICA EN EL MUNDO HISPANO-RUSO: NUEVAS CONSIDERACIONES SOBRE LA TERCERA ROMA.

                                                                                                                

Guillermo Pérez Galicia.


Doctor en Filología Clásica (España).

 


El célebre eslavófilo Khomiakov dejó escrita hace más de cien años la siguiente frase:

 

«En nuestra opinión, hablar del Imperio Bizantino con desdén significa reconocer la propia ignorancia.»[1]

 

Aunque nos parezca un tanto exagerada, si pensamos en Rusia y en España, creemos que la afirmación guarda cierta realidad. Con los años hemos profundizado en nuestros estudios de Bizancio, [2] pero sobre todo en los de la Antigüedad Tardía. Esto nos ha ayudado a constatar que no se hallan en exceso desencaminados quienes sostienen que en esa época se fraguó el legado dejado por Roma en Occidente, principalmente en España; y, principalmente en Oriente, lo que luego iba a convertirse en el glorioso Imperio Bizantino, continuador de Roma y de cuya influencia no estamos exentos ni rusos ni españoles. [3] Y que el sustrato de la Antigüedad Tardía sería decisivo, en siglos posteriores, para la germinación de la semilla de Roma en las Españas y las Rusias. En efecto, no pueden entenderse bien las primeras fases de Rusia ni las de España sin acudir a los textos griegos y latinos.[4]

 

Por consiguiente, a lo largo de este trabajo, pondremos en relación algunos rasgos de parentesco y tradición que unen Rusia y España con la continuidad de la cultura grecorromana hasta nuestros días, e intentaremos mostrar el grado de vigencia sociopolítica y de continuidad del viejo poder romano.

 

1. El origen de Rusia y España: Vladímir y San Hermenegildo, Kiev y Toledo

 

Si nos alejamos de interpretaciones ideológicas interesadas muy del gusto de los poderes fácticos «atlantistas», lo cierto es que Rusia, entendida como unidad sociopolítica y cultural del pueblo eslavo [5] del Rus o Ros [6] de Kiev (ellos mismos y otros pueblos de la época se refieren a éste como los rusos),[7] nace bajo Vladímir I el Grande (958-1015). Siendo deudora de Bizancio desde el primer momento, durante los primeros siglos permanece como unidad diferente de la unidad política bizantina, pero en una misma órbita cultural.[8]

 

En ello entendemos esencial la conversión del pueblo ruso al Cristianismo, iniciada con Vladímir (988-989) y que culmina en menos de un siglo, mientras que por ejemplo la de los pueblos escandinavos tardó mucho más. [9] Además, Vladímir se casó con la princesa Ana de Bizancio.[10] En cualquier caso, ya antes de Vladímir había contacto continuado, hasta el punto de que encontramos tropas rusas sirviendo como auxiliares dentro del ejército bizantino; [11] y nos encontramos con su abuela, la princesa Olga, bautizándose el año 957 en Constantinopla con el nombre de Elena y trabajando incansablemente por la conversión de su pueblo.[12] En medio de experiencia mística, años antes de la decisión de su nieto Vladímir, [13] expresa lo siguiente:

 

«Hágase la voluntad divina; que Dios perdone a mi pueblo y a la tierra rusa y que la gracia les haga volverse hacia Dios como lo ha hecho conmigo.»[14]

 

 Mucho después, tras la caída de Zarigrado o Constantinopla en 1453,[15] Rusia recogerá el legado tardoantiguo de Bizancio y querrá mostrarse, por múltiples factores de lógica y sencilla comprensión, como heredera legítima de Bizancio. [16] En aquel momento se forjó la noción de Rusia como Tercera Roma.[17]

 

De nuevo, por lo que respecta a España, si alejamos interpretaciones históricas pasadas por el tamiz de ideologías de uno u otro signo, España se consagra oficialmente como una realidad en el 589, [18] puesto que desde ese momento, en el III Concilio de Toledo (muertos ya San Hermenegildo y Leovigildo), existe de forma oficial el reconocimiento de una unidad sociopolítica, religiosa y cultural de un conjunto de realidades que reciben el nombre de las Españas o España, bajo el Reino de Toledo,[19] por primera vez de manera independiente. La legitimidad de su independencia le es concedida por Roma, pues España (Hispania si traducimos al latín clásico o Spania en el tardío) formaba parte del Imperio Romano Occidental, a partir de la división definitiva operada tras la muerte de Teodosio en sus dos herederos.


2. La caída del Imperio de Occidente y su legado: el Imperio Oriental y el Reino de Toledo

 

Como antes señalábamos, puede evocarse sin dificultad la continuidad del Imperio Romano en Rusia. Más aún, si vamos al dato oficial, legítimo y legal, el Senado de Roma (al margen de otras interpretaciones a posteriori), envió el año 476 una delegación al emperador oriental, Zenón, para entregarle las insignias imperiales, las cuales simbolizaban exactamente la legitimidad en quien se deposita el poder romano. [20] Se trata de la culminación de un proceso que había comenzado tiempo atrás, bajo el español Teodosio, Emperador de Oriente, pues ya en la división del Imperio entre dos emperadores (bajo Diocleciano) el poder principal lo ostentaba el de Oriente, aunque estuviera posteriormente en Occidente el primado religioso de la Cristiandad.

 

Por su parte, la conciencia romana de los bizantinos, sabedores de estas realidades, se manifiesta en que, incluso cuando abandonan el latín como lengua de la administración y el griego se vuelve lengua franca, todavía continúan refiriéndose a sí mismos como los Romanos (hoi Romaioi, en griego);[21] e incluso con cierta frecuencia se referirán, desde Occidente, al Imperio Oriental como Romania [22] y a su emperador como Emperador de los Romanos. Así encontramos, en un tratado de 1220 del Emperador Teodoro con Venecia, reconocidos los títulos del emperador de Bizancio:

 

«Teodoro, fiel en Cristo Dios, Emperador y árbitro de los Romanos y siempre Augusto, Comneno Láscaro»[23]

 

Es más, «bizantino» es nombre usado sólo para referirse a los de la capital, pues el resto de habitantes del Imperio Oriental seguirán llamándose «romanos» hasta la caída de Bizancio el 1453; y el Imperio Bizantino siguió llamándose Imperio Romano.[24] Incluso a día de hoy las gentes de esas regiones que –al no haber ido a la escuela– se mantienen al margen de oficialismos, se refieren a sí mismos como romanos, en el sentido de su identidad cultural, de manera que todavía prevalece en ellos una consciencia de que son «romanos».[25] Y el funcionamiento del Zemsky Sobor, si, en su esencia y relaciones con el Zar y carácter auténticamente representativo de aspiraciones populares, se compara con el viejo Senado de Constantinopla, muestra ser una clara evolución de este último.

 

En Occidente, con la caída del Imperio Occidental el 476, las Españas van a continuar su andadura como entidad independiente, pero los hechos habían afianzado al Reino de Toledo en su conciencia de continuidad con Roma, [26] de manera que existe una serie de luchas intestinas entre los continuadores de Roma y los enemigos de esta continuidad. Adquiere entonces importancia la noción de imitatio Imperii, [27] se establecen relaciones importantes con Bizancio y se asienta toda una estética regia emparentada con la de Bizancio.[28] Especialmente relevante es la relación de figuras como San Isidoro o San Hermenegildo con Bizancio, [29] pues profesan la misma religión; y San Hermenegildo prefirió ser decapitado antes que recibir la comunión de un obispo de la herejía arriana. La conciliación se alcanza, como hemos recordado ya, en el 589, con el triunfo de la ortodoxia, frente a los arrianos, con la consiguiente unidad religiosa, en la que persiste el sustrato romano incluso en el aún vigente estatuto de «ciudadanía romana».

 

Algunas décadas antes, ya en los tiempos en que el reino visigodo tenía su capital en Tolosa, había tenido lugar un conflicto permanente entre diversos intereses romanos y antirromanos en el seno de la sociedad visigoda. En aquel entonces, Roma y Gotia habían firmado el primer tratado federativo (414) de apoyo militar a Roma y lealtad al Emperador, el cual otorga poderes sobre las Españas al rey Ataúlfo, el primer rey visigodo (410-416) que, si en un principio, como Vladímir, se muestra hostil a lo romano, a la postre adquiere estética y estilo romanos. [30] Y es también el primer rey visigodo en entrar en la Península Ibérica, el año 415,[31] con afán declarado de convertir las fuerzas visigodas en espada de Roma.[32]

 

En el 475, en virtud de otro tratado, Roma reconoce la independencia de Hispania bajo el reino visigodo. Bajo Eurico,[33] el primero que puede llamarse «rey de las Españas» en sentido estricto[34] se produce la primera compilación legal: el Codex Euricianus, [35] en cuya redacción colaboran los juristas romanos; y se establece una administración en la que participa ya los hispanorromanos, aunque la unificación de ambos pueblos no sea efectiva hasta más de un siglo después. Con todo, el Reino Visigodo mostrará la continuidad con Roma hasta la invasión mahometana.[36]

 

3. Reconquistas española y rusa

 

La evolución del reino hispánico de Toledo se ve truncada por la invasión mahometana, que acaba con el reino de Rodrigo, por causas bien estudiadas en su día por Don Marcelino Menéndez Pelayo. [37] Ello nos llevó no de un mundo oscuro a siete siglos de esplendor y cultura (como muchos tratan ahora de reivindicar), sino de la continuidad romana de la monarquía visigótica a siete siglos de permanente conflicto, como ha sido demostrado por cualificados arabistas.[38]

 

En efecto, aporte verdaderamente demostrable e importante de la nueva realidad peninsular del 711 a 1492 son siete magníficos siglos de guerra, puesto que otras contribuciones tópicamente atribuidas a la dominación mahometana –si aceptamos a los invasores como transmisores (no creadores) de ciencia y de cultura–[39] nos habrían podido llegar a través de Bizancio, esplendorosa civilización que, si lo decimos moderadamente, se vio abatida por el ataque de una potencia militar cuyas excusas de invasión y guerra no se sustentan precisamente en legitimidad demostrable alguna, ni menos aún en criterios racionales de progreso o altruismo.

 

Así, España se ve reducida al Reino de Asturias y, andando el tiempo, la continuidad de Roma se ve monopolizada por el Sacro Imperio o Imperio Carolingio,[40] que aunaba un conjunto de territorios mucho menos romanizados y cristianizados que España, pero con mayores opciones de defensa y mayores capacidades efectivas. La voluntad de continuidad con Roma del Sacro Imperio se manifiesta en muchos ejemplos, como el uso del águila o el título de «Kaiser» (de Caesar). Otra cuestión enteramente diferente y que excede las pretensiones de este trabajo sería dilucidar si la continuidad es efectiva o, por el contrario, es más efectiva, a la postre, en Bizancio y en Rusia (o en España).[41] En cuyo caso, lógicamente, la denominación «romano» del Sacro Imperio sería más nominal que efectiva.

 

A pesar de todo, tras muchos intentos, Constantinopla acabará cayendo en manos de los perseverantes mahometanos. Y Rusia, al igual que España, aunque un poco más tarde que ésta, también tiene que enfrentarse con diversas invasiones no sólo para protegerse a sí mismos, sino ejerciendo a la vez de muro protector del continente. En efecto, será el reino de Moscovia [42] el que acabará convirtiéndose en cabeza de los demás reinos y orquestará la reconquista de todas las Rusias, con el Zar (de Caesar)[43] a la cabeza y el águila romana como emblema. Y la prueba de que la continuidad no se limita a puras apariencias está en que la cultura rusa es incomprensible sin la romana imperial, es decir, sin la bizantina y griega tardía,[44] aparte de otros hechos que mostraremos enseguida. Además, la conquista de Siberia demuestra ser, a todos los efectos, la continuación de esa reconquista y recuperación, ya culminada, de todos los territorios que le habían sido arrebatados.

 

En el caso de España, la Reconquista de los reinos de las Españas culmina con los Reyes Católicos, que ponen fin así a la amenaza mahometana en el estrecho de Gibraltar; y esa misma idea civilizadora y no colonizadora de reconquista es la que mueve, como un eco, las conquistas en el resto del mundo, como es el caso de América, percibida como una continuidad, [45] labor semejante y hasta cierto punto equiparable a la de Rusia en Siberia. Tales motivaciones no pueden ser comprendidas por todo el mundo; a veces incluso por parte de españoles actuales, por infundado complejo o por haberse visto influidos por pensamiento extranjerizante puede hacer vivir descontextualizado; o bien por lo que nos enseña el refranero castellano: «cree el ladrón que todos son de su condición».

 

4. Esbozo hispano-ruso de continuidad romana

 

Alguien dijo que, si en vez de España, hubieran sido países europeos muy concretos quienes hubieran realizado, por ejemplo, la conquista de regiones que luego se convertirán en naciones como la Nueva España (México), no existirían allí las universidades (fundadas por los españoles); ni las tierras hubieran seguido en manos indígenas hasta la intromisión anglosajona, Tampoco habrían sido construidos tantos monumentos, pero probablemente sí continuarían los aztecas, los caribes, los incas o los mayas (estos últimos quizá menos que los demás), literalmente, comiéndose al resto de tribus, en honor a su religión. [46] Algunos especialistas en la historia hispánica americana, internacionalmente muy reputados, ponen en relación la actuación civilizadora hispánica con la herencia romana de España:

           

            «Se ha señalado que los españoles del siglo XVI mostraron las características de los antiguos romanos más que ningún otro pueblo del mundo moderno. Revelaron en la conquista y colonización de América el mismo valor y espíritu emprendedor, las mismas cualidades militares, la misma paciencia para con las dificultades, que distinguieron a los soldados y colonizadores romanos en los tiempos de Escipión el Africano y Julio César. Y como los romanos fueron principalmente creadores de leyes y forjadores de instituciones.» [47]

 

Como hemos indicado, Rusia es también ejemplar en la conquista de Siberia y también la percibe como una continuidad en la reconquista de sus territorios perdidos con las invasiones. Mas, volviendo ahora al mundo hispánico, son muchos los ejemplos que pueden darse de éste como producto romano, pero valga citar unos pocos de índoles muy diversas: la concepción hispánica de nobleza (en la que el mérito importa y el noble puede verse en la necesidad de demostrar su nobleza, sin que baste siempre haberla heredado),[48] los fueros (por ejemplo, los de los reinos de Aragón, Toledo, Navarra y León derivan del Fuero Juzgo), [49] la construcción de las ciudades, [50] los tercios españoles, [51] los colores del pendón de las tres coronas de las Españas (navarra, castellana y aragonesa), [52] el ordenamiento jurídico y sociopolítico[53] y hasta algo tan sobrevalorado en la actualidad como el ADN, que apenas ha cambiado desde época romana. [54] Por si fuera poco, el Concilio de Trento, que supuso el fin de la corrupción eclesiástica, se vio anticipado por España, no sin mérito fue denominada espada de Roma y que a menudo demostró más fidelidad a la Tradición que la propia Roma. [55]

 

Pero volvamos de nuevo al mundo ruso. Dejemos a un lado el hecho histórico –molesto para mucha gente quién sabe por qué intereses– del surgimiento objetivo de las Rusias (la gran Rusia que es Moscovia, la pequeña Rusia que es Ucrania o la Rusia Blanca que es Bielorrusia, más los nuevos territorios incorporados en Siberia y nuevas conquistas tras la reunificación) [56] en el territorio del Rus de Kiev donde mucho después se instala una de las Rusias, que es Ucrania (de donde proceden también los visigodos,[57] quienes por primera vez fundan una unidad real en España). Ahora nos parece especialmente representativo en el parentesco hispano-ruso y en la legitimidad de esta continuidad rusa con Roma el hecho de que la última princesa de Bizancio, Zoé (conocida en Rusia como Sofía Palaeologina), [58] se casara en 1472 con el Gran Duque de Moscovia Iván III; y que éste, al igual que su sucesor, el Zar Iván IV, asumiese el título de Rey de los romanos con los correspondientes derechos e implicaciones. [59] Efectivamente, se trata de un dato elocuente, teniendo en cuenta que bajo este zar, que acaba con la dominación mongol en 1480, comienza el predominio de Moscú sobre Kiev.

 

Iván IV «el Terrible» –conocido en ámbito hispánico como Juan IV de Rusia– consciente de que no se trataba de mitologías, utopías o ideologías, sino de los derechos  que había heredado de su abuela Zoé, los hizo valer en la conquista de Kazán.[60] No en vano, el Romano Pontífice invita al Zar a reclamar sus derechos sobre su «patrimonio de Constantinopla».[61]

 

Por su parte, el último príncipe de Bizancio, Andrés Paleólogo (hermano de Zoé),[62] permaneció en los Estados Pontificios bajo la protección del Papa y cedió sus derechos a los Reyes Católicos y sus legítimos sucesores, [63] argumento que, por ejemplo, incrementa el peso de la reivindicación hispanoaragonesa de territorios como el Reino de Nápoles,[64] frente a reclamaciones alemanas o francesas (sin entrar en constructos modernos).

5. Nuevas amenazas para la continuidad de Roma

 

En el modo en que las Españas y las Rusias han continuado con la Tradición Clásica hay muchos puntos comunes, además de los ya insinuados. Alegoría que se nos antoja facunda es que un héroe nacional como el Cid llegara a tener su enfrentamiento con Roma, por el afán de mantener (a nuestro juicio, con todo derecho) el rito toledano o de San Isidoro, más conocido como hispanovisigótico o mozárabe tradicional, [65] puesto que litúrgicamente tiene mucho en común con el rito bizantino (aunque la lengua, por razones obvias, sea el latín).[66]

 

En otro orden de cosas, si quedó en Nóvgorod un foco de resistencia rusa que continúa estructuras clásicas[67] y, manteniendo estructuras de derivación clásica,[68] fue fermento de la reconquista frente al dominio mongol luego encabezada por Moscovia,[69] en España el foco de resistencia hispánica que fue fermento de la reconquista frente al dominio mahometano estaba en Asturias, luego encabezado principalmente por Castilla.

 

Por otro lado, ni España ni Rusia padecieron la Reforma Protestante con sus consiguientes matanzas, persecuciones e inmoralidades a gran escala (por no hablar de la censura, no limitada a separar los dominios del estudio físico y el metafísico),[70] que, pese al gran capital invertido en maquillarla como  paradigma del progreso, es a todas luces diáfano ―si lo decimos de modo comedido― que, si verdaderamente hubo un Estado modelo de progreso, éste no fue ningún país protestante. Efectivamente, esto podríamos demostrarlo con múltiples ejemplos cuya extensión escapa a las modestas intenciones de este artículo.

 

Así pues, mientras la España de «integristas» y «oscurantistas», enemiga del progreso y creadora de universidades de Felipe II,[71] de la Inquisición o de Miguel de Cervantes no sólo se admitía, sino que incluso se promovía la cirugía y la disección de cadáveres,[72] en los países protestantes estaba perseguida y en algunos lo estará hasta bien entrado el siglo XIX. [73] Y, entre otros muchos ejemplos de otra índole pero que caracterizan la censura y persecución propia de países «no oscurantistas», fue tristemente célebre la condena y ejecución por los calvinistas del español Miguel Servet (por el herético y oscurantista crimen de descubrir la circulación de la sangre), de cuya ejecución se congratulaban numerosos protestantes célebres, incluso los de fama más moderada.[74]

 

De la deriva lógica de tales corrientes en esos países es de donde ha fluido el torrente que ha exportado a España y a Rusia modelos ideológicos –a veces de signo en apariencia, opuesto– contrarios a la razón y a la experiencia y cuya esencia, a la luz de los hechos, alguien podría pensar que es la demagogia; que, carentes de toda templanza y mesura clásicas, tal vez hayan sido causa de desorden social, malestar y violencia indiscriminada (junto con pomposas y verbosas condenas de la violencia y del totalitarismo).

 

Tampoco Rusia ni España hubieron de padecer la Ilustración en el mismo sentido en que los países europeos, sino que en nuestros contextos se nos mostró como auténtico impulso de prosperidad, ecuanimidad, progreso y eficiencia. Y es que las coincidencias fortuitas hispano-rusas pueden enumerarse largamente, pues existen hasta en el aspecto económico, hoy un aspecto que se ha vuelto importante por la sociedad en que vivimos, que en realidad no nos parece tan importante. Ningún ser humano en su sano juicio, aunque afirme lo contrario, se muestra verdaderamente movido a actuar cuando no existen motivaciones que rebasan ampliamente lo material. Pero, si hubiéramos de mencionar alguna coincidencia en el plano económico, también los españoles, al igual que los rusos, podemos hacer alusión al predominio de la agricultura en nuestra economía, ya que España (y entidades históricamente vinculadas a nosotros como Nápoles y Sicilia) fundaba su economía en el trabajo y la riqueza de nuestros recursos, al igual que Rusia. Desgraciadamente, otros países caracterizados por la pobreza efectiva de recursos y a la vez por una cierta desmedida ambición por lo ajeno, terminadas las épocas pasadas de las conquistas, no han tenido otro remedio que inventar un modelo económico artificial y antirrealista, basado en la usura, el fraude y la especulación, para tener a los pueblos mediterráneos bajo la bota, igual que ahora intentan hacer con Rusia.

 

Por otra parte, en Europa lleva siendo violentada dos siglos la tradición jurídica y sociopolítica clásica y España no ha estado exenta de su influencia, a pesar de que, por ejemplo, los fueros de los distintos reinos mostraban exquisita continuidad con los principios de la política clásica.[75] Rusia, en algunos aspectos, ha tenido objetivamente más suerte, a pesar de los decenios de tiranía abiertamente marxista. Porque, pese a calumnias de algunos europeos contra Rusia, la tradición jurídica y sociopolítica clásica es una cosa que está ahí[76] y se puede consultar; y se puede verificar que, por ejemplo, cuando los griegos hablan de democracia no se refieren ni a que alguien obligue a nadie a ser libre con una tiranía y guillotinas, ni a que unos señores monten un par de partidos casi iguales y decidan unilateralmente financiarlos con unos impuestos sobre los cuales nada se ha consultado a quienes los van a pagar, sobre si quieren pagarlos o no. [77] Y en la tradición hispánica existían dos figuras clásicas que ya encontramos en la Grecia Clásica y alcanzan pleno desarrollo durante el Bajo Imperio,[78] como el mandato imperativo y su correspondiente juicio de residencia,[79] según las cuales no puede alguien ser votado para que defienda una postura y, una vez elegido, defender otra cosa diferente; ni se vota en base a ideologías, sino a realidades concretas,[80] ni se vota a nadie para que luego tenga derecho a legislar impunemente contra el elector.

 

6. La cruz de San Andrés y el Toisón de oro

 

Pasemos ahora al terreno del simbolismo: aspectos tan representativos como el vellocino de oro o la cruz de San Andrés ligan también nuestras culturas, hispánica y rusa, en una continuidad que se pierde en la noche de los tiempos. [81] Respecto al primero, si bien es cierto que la orden del toisón de oro (que le había sido ya concedida a Fernando el Católico, aunque su yerno Felipe el Hermoso fuera el gran maestre), tiene su origen en Borgoña y a través de Felipe el Hermoso pasó a su hijo Carlos I de España, no es menos cierto que, desde ese momento, esta orden, prenderá en la corona española y ya en ninguna otra, como corona titular de todos sus derechos; y es con la corona española como se convierte en la orden más prestigiosa del mundo.[82] Con esta orden, que es de inspiración grecorromana por basarse en el vellón [83] y en el vellocino de oro, [84] símbolos clásicos de la legitimidad del poder, serán condecorados numerosos personajes ilustres rusos, por su demostrada labor de denodada amistad con una patria hermana como España.[85]

 

El otro símbolo que, como decimos, parece increíblemente interesante y hermoso es el de la cruz de San Andrés. Esta cruz, a veces llamada de Borgoña, es utilizada en la cadena con la que se engarza el vellocino de oro y tiene largo historial de significación para las Españas, tanto para los reinos peninsulares, como para Hispanoamérica y otros territorios hispánicos. Mucho antes de que se oficializara como estandarte de las Españas, ya había sido utilizada en diversos ámbitos hispánicos, como Baeza o la magnífica catedral de Amalfi, hermosa obra bizantina en ámbito hispánico aragonés. Y seguirá utilizándose como enseña de diversas unidades militares, como, por ejemplo, a día de hoy sigue figurando en la cola de nuestros aviones españoles de combate. Y seguirá también utilizándose como enseña de diversas regiones, tanto en España como en países hispánicos. Por su parte, en Bizancio y en Rusia es una bandera que cuenta con larga tradición y la encontramos atestiguada desde los orígenes, ya que se conoce su presencia en las diócesis griegas del mar Negro ya desde varios siglos antes de la aparición formal del Rus de Kiev; [86] y en la actualidad su trascendencia es tan grande que sigue siendo, por ejemplo, pabellón de la armada rusa.


7. Conclusión

 

Confirmamos ahora que las realidades rusa e hispánica están mucho más cercanas de lo que podría mostrarse en apariencia y que ambas son naciones legítimamente herederas de Grecia y Roma. Contra esto podría objetarse que hay otras «unidades nacionales» en el contexto europeo más próximas a una o a otra; pero a tal objeción habría que responder la falta de concreción de tales aspiraciones, puesto que, con el debido respeto a los que creen en ideologías, las unidades de muchas de esas naciones (y los hechos son demasiado recientes como para ocultarlos con éxito) no tienen ni dos siglos; y fueron llevadas a cabo ilegal, violenta y forzadamente, rompiendo con cualquier lazo que las vincule al pasado clásico.[87]

 

Otros podrían afirmar, por ejemplo, que EEUU se muestra más claramente heredera de Roma, pero la imitación vana y anacrónica de unas cuantas formas artísticas no vuelve romano un edificio. Tampoco vuelve romana una nación el hecho de efectuar conquistas y dominación económica sin más, porque, en términos puramente comparativos, en ese caso habría que buscar más el antepasado de EEUU en Cartago que en Roma. De forma que son los hechos los que definen las realidades y no los deseos. Y la continuidad se define por la evolución ininterrumpida, no por la ideología, ni por la elección estética arbitraria.

 

            Estamos en una encrucijada histórica importante, en la que es hermoso anhelar y hasta cierto punto, constatar ya, la aproximación entre dos realidades histórico-culturales emparentadas: el mundo ruso y el mundo hispánico, ambos herederos de la vieja Roma. Aunque es cierto que están alejados en el espacio en un mundo que se ha hecho más pequeño y que no marchan en unidad por diversas circunstancias que les son ajenas.

 

Así pues, en conclusión, valga recordar que Grecia y Roma siguen manifestándose vivas en Rusia y en lo que queda de cultura hispánica no distorsionada; y que Rusia y España tienen más en común de lo que ordinariamente se cree. Y un día tal vez podamos llegar a tener más cosas en común, si avanza la fidelidad a nuestra propia esencia y no retrocede como retrocede, por ejemplo, en el caso español.[88] Si comparásemos la geografía hispano-rusa a un cuerpo humano, por sus muchos puertos quiere tender muchos brazos de ayuda. Y, de entre estos brazos, siguen manteniendo alzada la antorcha de la tradición clásica los dos extremos del mundo geográfico de los griegos y romanos de época clásica: las columnas de Heracles en el sur de España[89] y la Cólquide en el de Rusia, custodia del Vellocino de Oro de Jasón y los Argonautas.

 

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[1] Cf. A.A.VASILIEV, History of the Byzantine Empire: 324—1453, Wisconsin 1952 (2ª ed. inglesa, trad. en un solo tomo de la original rusa de 1925 en dos tomos), 33.

[2] Nos iniciamos en el estudio sobre Bizancio en la Universidad de Valladolid hace algunos años, bajo el doctor J. Signes Codoñer, especialista en Bizancio, con cuyo magisterio tuvimos oportunidad de adquirir una rica visión de conjunto de la cultura bizantina, así como de iniciarnos en ésta y conocer las herramientas básicas para los estudios bizantinos.

[3] Ahora bien, ha de quedar claro desde el principio que el Imperio Bizantino se siguió llamando «Imperio Romano» hasta su caída en el 1453, mientras que el término «bizantino» quedaba exclusivamente reservado a los habitantes de la capital y no a los del Imperio, que siguieron llamándose «romanos». Cf. J. SIGNES CODOÑER, «Bizancio y sus circunstancias: la evolución de la ideología imperial en contacto con las culturas de su entorno», 169; en Minerva: Revista de filología clásica 14 (2000), pp. 129-176.

[4] J. SIGNES CODOÑER, «Los eslavos en las fuentes bizantinas de los siglos IX-X: el De admnistrando imperio de Constantino II Porfirogéneto», 115; en: Ilu. Revista de Ciencias de las Religiones 13 (2004), pp. 115-131. P. UBIERNA, «La idea de Bizancio en la tradición intelectual rusa y soviética»; en: Byzantion Nea Hellás 25 (2006), pp. 183-204. A.A.VASILIEV, Op.cit., 35.

[5] Sobre la problemática en torno al origen de los pueblos eslavos y su relación con Bizancio, puede leerse un resumen en: J. MARÍN RIVEROS, «Bizancio, los eslavos y Europa oriental», en: Byzantion Nea Hellás 28 (2009), 53-67. Cf. también D.R. STONE, A Military History of Russia: From Ivan the Terrible to the War in Chechnya, Londres 2006, 1-3.

[6] E. GLISSANT, «Este número»; en: El Correo. Hace mil años: la cristianización de la vieja Rusia (Junio 1988), 2. B.V. RAUSCHENBACH, «Nacimiento de una nación», 5; en: El Correo. Hace mil años: la cristianización de la vieja Rusia (Junio 1988), 4-8. J. SIGNES CODOÑER, «Los eslavos en las fuentes bizantinas de los siglos IX-X: el De admnistrando imperio de Constantino II Porfirogéneto», 116; en: Ilu. Revista de Ciencias de las Religiones 13 (2004), pp. 115-131.

[7] E. CABRERA, Historia de Bizancio, Barcelona 1998, 148.

[8] B.V. RAUSCHENBACH, Op.cit, 6. J. SIGNES CODOÑER, «Los eslavos en las fuentes bizantinas de los siglos IX-X: el De admnistrando imperio de Constantino II Porfirogéneto»; en: Ilu. Revista de Ciencias de las Religiones 13 (2004), pp. 115-131.

[9] B.V. RAUSCHENBACH, Op.cit, 6

[10] Cf. A.A.VASILIEV, Op.cit., 323.

[11] Cf. Ibidem, 321.

[12] E. CABRERA, Op.cit., 149.

[13] La conversión de Vladímir se enmarca dentro de un curioso periplo, en el que inicialmente había potenciado el paganismo y perseguido al cristianismo, pero posteriormente se interesó por el monoteísmo, hasta decantarse por el cristianismo, según parece, tras conocer su liturgia, cf. E. CABRERA, Op.cit., 149-150.

[14] M. YUVENALI, «La influencia civilizadora de una religión» 16; en: El Correo. Hace mil años: la cristianización de la vieja Rusia (Junio 1988), 16-25.

[15] Cf. A.A.VASILIEV, Op.cit., 33, 189, 189 n.164, 319, 590.

[16] Cf. P. BÁDENAS DE LA PEÑA, «La idea imperial rusa y la imagen de Bizancio tras la conquista de Constantinopla», en: Erytheia: Revista de estudios bizantinos y neogriegos 29 (2008), 37-49. cf. E. CABRERA, Op.cit., 283. B.V. RAUSCHENBACH, Op.cit, 6. P. UBIERNA, Op. Cit., 187-191. Vl. VALDENBERG, «La théorie monarchique de Dion Chrysostome», en Revue des Études Grecques 40, fasc. 184-188 (1927), pp. 142-162.

[17] cf. A. ANTELO IGLESIAS, «Notas sobre "Moscú, tercera Roma": génesis y evolución de una teología política»; en: Espacio, tiempo y forma. Serie III, Historia medieval 5 (1992), pp. 441-450. cf. E. CABRERA, Op.cit., 282-283. S. FERNÁNDEZ RIQUELME, «Rusia como Imperio. Análisis histórico y doctrinal», 131-133; en: La Razón Histórica 25 (2014), 128-148. A. TOYNBEE, «Rusia, heredera de Bizancio», 130; en: Revista de Estudios Políticos 49 (Enero/Febrero 1950), 125-140. P. UBIERNA, Op.cit., 186. A.A.VASILIEV, Op.cit., 590.

[18] P. C. DÍAZ, «Rey y poder en la monarquía visigoda», 185-186; en: Iberia: Revista de la Antigüedad 1 (1998), pp. 175-196. F.J. SIMONET, El concilio III de Toledo, base de la nacionalidad y civilización españolas, Madrid 1891.

[19] Nuestros primeros pasos en el estudio e investigación del mundo visigótico tienen su origen en los estudios cursados hace años en la Universidad de Salamanca, bajo el magisterio de la doctora Valverde Castro, especialista en estudios visigodos. Como ha demostrado en uno de sus trabajos, esta unidad que se consagra en el III Concilio de Toledo bajo Recaredo estaba prácticamente conseguida bajo su padre, el rey Leovigildo, pues éste mantiene ya, a todos los efectos, la potestad real sobre la totalidad de los territorios de la Península, aun cuando el hecho no se manifieste de modo tan visible como bajo otros reyes como Suintila (llamado por San Isidoro «padre de los pobres») o el insigne e ilustrado Sisebuto. Cf. Mª. del R. VALVERDE CASTRO, «Monarquía y tributación en la Hispania visigoda: el marco teórico», 236-237; en Hispania Antiqua XXXI (2007), 235-251.

[20] J. Mª. SÁNCHEZ MARTÍN, Jordanes. Origen y gestas de los godos, Madrid 2001, 190 n.

[21] Cf. E. CABRERA, Op.cit.,, 11. J. SIGNES CODOÑER, «Bizancio y sus circunstancias: la evolución de la ideología imperial en contacto con las culturas de su entorno», 140-146, 156-158; en Minerva: Revista de filología clásica 14 (2000), pp. 129-176. A. TOYNBEE, Op.cit., 132.

[22] Cf. E. CABRERA, Op.cit., Barcelona 1998, 280. A.A.VASILIEV, Op.cit., 369, 462, 508, 543, 596-597.

[23] Theodorus in Christo Deo fidelis Imperator et moderator Romeorum et semper augustus, Comnenus Lascarus. Cf. A.A.VASILIEV, Op.cit., 512.

[24] Cf. J. SIGNES CODOÑER, «Bizancio y sus circunstancias: la evolución de la ideología imperial en contacto con las culturas de su entorno», 165; en Minerva: Revista de filología clásica 14 (2000), pp. 129-176.

[25] A. TOYNBEE, Op.cit., 132.

[26] J. ORLANDIS, Historia de España. La España Visigótica, Madrid 1977, 52-57; P. de PALOL, Castilla la Vieja entre el Imperio Romano y el Reino Visigodo, Valladolid 1970; A. BALIL, «Aspectos sociales del Bajo Imperio (s. IV-VI). Los senadores hispánicos», en Latomus 24 (1965), 886-904.

[27] Cf. J. SIGNES CODOÑER, «Bizancio y sus circunstancias: la evolución de la ideología imperial en contacto con las culturas de su entorno», 134-136; en Minerva: Revista de filología clásica 14 (2000), pp. 129-176. Mª. del R. VALVERDE CASTRO, «Simbología del poder en la monarquía visigoda», 142-148, en Studia historica. Historia antigua 9 (1991), 139-148.

[28] Mª. del R. VALVERDE CASTRO, Ibidem 139-140.

[29] Cf. P.C. DÍAZ, «Los godos como epopeya y la construcción de identidades en la historiografía española», en: Anales de historia antigua, medieval y moderna 40, (2008), pp. 25-73.

[30] P. C. DÍAZ, «Rey y poder en la monarquía visigoda», 179-180; en: Iberia: Revista de la Antigüedad 1 (1998), pp. 175-196.

[31] J. ORLANDIS, Op.cit., 26-27.

[32] El rey Walia, su sobrino y sucesor, renueva el tratado con Roma el 418, por el que se comprometía a restaurar el orden imperial romano en España: J. ORLANDIS, Historia de España. La España Visigótica, Madrid 1977, 28-29.

[33] K.F. STROHEKER, Eurich, König der Westgoten, Stuttgart 1937.

[34] J. ORLANDIS, Op.cit, 61.

[35] A. D’ORS, El código de Eurico, Roma-Madrid 1960.

[36] A. BALIL, «Aspectos sociales del Bajo Imperio (s. IV-VI). Los senadores hispánicos», en Latomus 24 (1965), 886-904. P.C. DÍAZ, «Los godos como epopeya y la construcción de identidades en la historiografía española», 26; en: Anales de historia antigua, medieval y moderna 40, (2008), pp. 25-73. P. de PALOL, Castilla la Vieja entre el Imperio Romano y el Reino Visigodo, Valladolid 1970. J. ORLANDIS, Op.cit., 52-57.

[37] Que tienen que ver con luchas intestinas, pero también ciertos sectores de población que en la oscuridad servían a potencias extranjeras, cf. Cf. M. MENÉNDEZ PELAYO, Historia de los heterodoxos españoles, Madrid 1880-1882, libro I, Cap. III.

[38] S. FANJUL, Al-Andalus contra España: la forja del mito, Madrid 2000.

[39] Los ejemplos son muy numerosos, pero valga citar, entre otros muchos, el de los números mal llamados arábigos; los cuales, lejos de ser arábigos, están tomados del devanagari (silabario de lenguas indoeuropeas del tronco indoiranio como el védico y el sánscrito).

[40] Un imperio al que siglos después se ha hecho habitual denominar con el extraño apelativo «germánico», pero que, si dejamos al margen el hecho de que no aglutinaba todas las etnias germánicas, es preciso recordar que aglutinaba realidades étnicas bastante diversas, no limitadas a las de origen germánico.

[41] Cf. Vl. VALDENBERG, Op.cit.

[42] A. TOYNBEE, Op.cit., 128-129. M. YUVENALI, Op.cit., 23.

[43] La evolución del término «Zar» puede explicarse, como curiosidad, con evolución similar a nuestra Zaragoza (de Caesaraugusta) por lo que en lingüística se denomina «áreas laterales».

[44] Bien puede decirse, por tanto, que Rusia está más próxima a la noción refinada de Helenismo en la Antigüedad Tardía (en torno al Imperio) reclamada por paganos célebres como Libanio de Antioquía o Padres de la Iglesia como San Basilio Magno que las naciones-estado europeas, por cuya configuración –al menos actualmente– se habrían ganado sin la menor duda el apelativo de bárbaros. En cambio, Rusia ha demostrado a lo largo de su historia una misión de limes del mundo civilizado frente a despotismos orientales de bárbaros; despotismos que en otro tiempo fueron orientales, pero cabría hacer un análisis y preguntarse ¿cabe hablarse en la actualidad de que Rusia ejerce también de obstáculo para bárbaros de nuevo cuño, bárbaros de nuevos despotismos occidentales, traidores a la Tradición Griega y Latina? Dejamos al lector la reflexión y el análisis comparativo. Cf. S. FERNÁNDEZ RIQUELME, Op.cit., 129-130. A.A.VASILIEV, Op.cit., 35-38.

[45] J.Mª.IRABURU, Hechos de los Apóstoles de América, Pamplona 1992 (3ªed. 2003), 23-25. I. SÁNCHEZ-BELLA, «La organización política de la América española», 207; en: Revista chilena de Historia del Derecho 15 (1989), 205-217.

[46] J.R. BALLESTEROS, «Bárbaros elocuentes y salvajes silenciosos en la Antigüedad y en el Humanismo», 71; en: Estudios Clásicos 144 (2013), 59-81. C. CID–M. RIU, Historia de las religiones, Barcelona 2003, 68,75, 82. J. Mª.IRABURU, Op.cit., 20, 78-81. M. MOROS PEÑA, Historia natural del canibalismo: Un sorprendente recorrido por la antropofagia desde la Antigüedad hasta nuestros días, Madrid 2008, 105-109, 118, 178, 198-199.

[47] C.H. HARING, El Imperio Hispánico en América, Buenos Aires 1966 (trad. de Horacio Pérez del original de 1947), 9 y 38.

[48] Cf. G. PÉREZ GALICIA, «Más amistoso que un banquete: una rica miniatura literaria de Libanio  (Lib. Ep. 996F)», en Minerva. Revista de Filología Clásica 27 (2014), en prensa.

[49] Hasta la propia palabra «fuero» deriva del latín forum (foro), en clara relación con cuerpos sociales intermedios, como el municipio romano y su centro, el foro. Mª.L. ALONSO, «La perduración del Fuero Juzgo y el derecho de los castellanos de Toledo», en Anuario de historia del derecho español 48 (1978), 335-378. J. ALONSO, Recopilación y comentarios de los fueros y leyes de Navarra, Madrid 1848,tomo I, 201. J.A. LLORENTE, Noticias históricas de las tres provincias vascongadas, en que se procura investigar el Estado civil antiguo de Álava, Guipúzcoa y Vizcaya y el origen de sus fueros. Parte II: origen de sus fueros, Madrid 1807, 212, 215. F. MACKELDEY, Elementos del derecho romano: que contienen la teoría de la Instituta, Madrid 1844, 56. R. NAVARRO ZAMORANO–R J. DE LARA–J. A. DE ZAFRA, Historia externa del Derecho Romano, tomo I, Madrid 1842, 256.

[50] En efecto, aparte de que la configuración de las comunicaciones urbanas interurbanas, así como la necesidad de éstas es producto romano, aún más claro está quizá en el caso de los municipios. Se construyen o reestructuran más de 40.000 ciudades en toda la Hispanidad bajo el reino de Felipe II, siguiendo el modelo de damero de malla vial, con manzanas urbanas, en torno a una plaza central (plaza mayor o plaza real), que parece directa evolución del ágora griega y del foro romano, en el que confluyen el cardo y el decúmano. Es producto de la inteligente regulación dada al efecto por las Ordenanzas de Felipe II del 3 de mayo de 1573. Cf.  A. WYROBISZ, «La ordenanza de Felipe II del año 1573 y la construcción de ciudades coloniales españolas en la América»; en: Estudios Latinoamericanos 7 (1980), 11-34.

[51] A menudo se han considerados los Tercios como herederos de las legiones romanas, y así lo da por hecho el maestre de campo Sancho de Londoño en un informe dirigido al Duque de Alba en el siglo XVI, a pesar de manifestar su desacuerdo con esa comparación por razones de detalle: cf. S. de LONDOÑO, Discurso sobre la forma de reducir la disciplina militar a mejor y antiguo estado, Bruselas 1589, 14. Algunos consideran su aparición formal, con el Gran Capitán, como algo equivalente en la historia universal al nacimiento de la falange macedonia o de la legión romana, cf. F. BRAUDEL, El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época de Felipe II, tomo II, México  1.976. Sobre el carácter de los Tercios como evolución de las legiones romanas, cf. también J. ARIEL VIGO, Fuego y Maniobra: Breve Historia del Arte Táctico, Buenos Aires 2005, 122. F. MARTÍNEZ LAÍNEZ–J. Mª. SÁNCHEZ DE TOCA Y CATALÁ, Los Tercios de España: La infantería legendaria, 7ª ed., Madrid 2008, 2, 9-10, 19. G. PINTO CEBRIÁN, Historia de los actos solemnes vinculados a la bandera de España (bendición y juramento de fidelidad), Oviedo 2000, 34, 93.

[52] Contrariamente a lo difundido a veces en ámbitos ideológicos, el pendón de la Corona de Castilla nunca fue morado: «El color morado se introduce, erróneamente, por la falsa identificación de Castilla con el Estado español ―bandera del regimiento de Castilla y regimiento del Rey―, y por la conexión Castilla-comuneros, grata a los liberales del pasado siglo, que naturalmente ignoraban que la enseña comunera no era morada sino roja.» M. GONZÁLEZ HERRERO, Memorial de Castilla, Segovia 1978, 180. A. REPRESA RODRÍGUEZ, El Pendón Real de Castilla, Valladolid 1983. J.J. SÁNCHEZ BADIOLA, Símbolos de España y de sus regiones y autonomías, Madrid 2010, 198-208.

[53] Cf. M. AYUSO, Las murallas de la ciudad: temas del pensamiento tradicional hispano, Buenos Aires 2001. R. FRIGHETTO, «Tutaque sit inter inprobos innocentia: aspectos teóricos e práticos sobre os limítes da autoridade régia no reino hispano-visigodo de Toledo segundo as fontes júridicas e conciliares do reinado de Chintila (636-640)»; en: Scripta Mediaevalia 1 (2008), 117-139. Incluso las concepciones sobre la legitimidad del gobernante, que lo es por adquisición, pero también por el ejercicio del poder, de manera que se llega a una regulación que evita la tiranía y los abusos, cf. J. ORLANDIS, Op.cit, 210-211. G. PÉREZ GALICIA, (2011), «Las cartas de Libanio como claves de la nueva retórica de la paideia», 89-90; en O. Lagacherie-P.-L. Malosse (eds.), Libanios, le premier humaniste. Études en hommage à Bernard Schouler. Cardo 9, Alessandria, pp. 79-91.

[54] El ADN español apenas ha variado desde las conquistas romanas; y no sólo eso, sino que se halla una relación con las poblaciones del sur y suroeste de la actual Francia, en coincidencia precisamente con aquellos territorios que habían pertenecido al reino visigodo de Tolosa y de los que una buena parte son recuperados posteriormente por la Corona de Aragón, según diversos estudios, entre los cuales se halla el siguiente trabajo: M. L. SAMPIETRO et al. (2005). «The Genetics of the Pre-Roman Iberian Peninsula: A mtDNA Study of Ancient Iberians», en Annals of Human Genetics 69 (P 5), 535–548. En otro orden, otro estudio interesante que complementa el anterior, en el que presumiblemente se puede rastrear este factor que muestra diversos contactos como el de la colonización en el norte de África o verse conectado  con la presencia de vándalos y alanos (y por lo tanto minimiza el impacto del elemento árabe, de época posterior) es el siguiente estudio, que llega a similares conclusiones, aunque poniendo en relación esos elementos con su influencia en las poblaciones norteafricanas: D. COMAS et. al. (2000). «Alu insertion polymorphisms in NW Africa and the Iberian Peninsula: evidence for a strong genetic boundary through the Gibraltar Straits», en Human Genetics 107 (4), 312-319. Y, por si quedara alguna duda, en el siguiente estudio, se demuestra que las trazas de elementos genéticos de origen árabe son mínimas a pesar de la proximidad territorial: M. LÓPEZ-SOTO et. al., «Microgeographic mitochondrial DNA patterns in the South of Iberia», en: International Congress Series 1288 (2006), 106-108.

[55] En medio de la corrupción extendida en amplios ámbitos de la Cristiandad, que genera el caldo de cultivo para la Reforma Protestante, España se anticipa a Trento con Cisneros al frente y las Universidades de Alcalá y Salamanca toman las riendas, cf. D. BEALES, Europäische Klöster im Zeitalter der Revolution: 1650 – 1815, Viena-Colonia-Weimar 2008, 122. V. de CADENAS Y VICENT,  El Concilio de Trento en la época del Emperador Carlos V, Madrid 1990, 56. J. L. COMELLAS, Historia de España moderna y contemporánea, Madrid 2003, 89. L. de DIEGO, La opción sacerdotal de Ignacio de loyola y sus compañeros, 1515-1540, Caracas 1975, 29-30. Á. FERNÁNDEZ COLLADO, Historia de la Iglesia en España. Edad Moderna, Toledo 2007, 42-43. H. KAMEN, Spain, 1469-1714: A Society of Conflict, Harlow (3ª ed.) 2005, 191. M. Á. NÚÑEZ BELTRÁN, La oratoria sagrada de la época del barroco, Sevilla 1997, 35-37. M. A. MULLETT, The Catholic Reformation, Londres 2002, 22. P. SAINZ RODRÍGUEZ, La siembra mística del cardenal Cisneros y las reformas en la Iglesia, Madrid 1979, 24-25, 32 (tanto es así que llaman muchos al Concilio de Trento «El Concilio Toledano»: cf. Ibidem 77-78, 87). M. ZUILIE, Société et économie de l'Espagne au XVIe siècle, Palaiseau 2008, 74-76. A. MILHOU-ROUDIÉ, «La formation religieuse des enfants au XVIe siècle: Le “bagage de base”», 297; en A. Redondo (ed.) La formation de l'enfant en Espagne aux XVIe et XVIIe siècles, París 1996, 297-310.

[56] S. FERNÁNDEZ RIQUELME, Op.cit., 136.

[57] El historiador Jordanes y otras fuentes hablan de un origen escandinavo de los visigodos, previo a su asentamiento enntre el Dniéper y el Dniéster; pero preferimos no introducirnos en ese asunto porque, aunque lo consideramos perfectamente asumible y razonable (y por lo tanto difícilmente refutable, ya que la carga de la prueba está siempre en quien afirma algo nuevo), lamentablemente no está fundamentado por una carga tan enorme de datos como su posterior asentamiento junto al Mar Negro o el de Hispania. Algo parecido habríamos de señalar respecto a la vieja historia de Rurik y sus varegos, asentados en la misma zona en la que luego descubrimos a Vladímir al frente del Rus. Cf. v.g. D.R. STONE, Op.cit., 1-3.

[58] Sobrina del último emperador de Bizancio que llegó a reinar, Constantino XI Paleólogo (muerto sin descendencia en la caída de Constantinopla), cuyo hermano Tomás (padre de Zoé), se había refugiado en Roma tras la caída de Bizancio en manos de los turcos en mayo de 1453, cf. E. CABRERA, Op.cit., 283. A.A.VASILIEV, Op.cit., 589-590.

[59] A. TOYNBEE, Op.cit., 128. A.A.VASILIEV, Op.cit., 24.

[60] A. TOYNBEE, Ibidem, 129.

[61] A.A.VASILIEV, Op.cit., 590.

[62] J. HARRIS, «A worthless prince? Andreas Palaeologus in Rome 1464-1502»; en: Orientalia Christiana Periodica 61 (1995), 537-554.

[63] Que también acaban en España con el último resto de dominio árabe, el reino de Granada.

[64] Inicialmente, el príncipe Andrés tuvo intención de ceder sus derechos a la corona de Francia, en la persona de su rey Carlos VIII, pero, muerto éste, finalmente se decantó por los Reyes Católicos, cf. A.ANTELO IGLESIAS, Op.Cit., 446. P.K. ENEPEKIDES, «Das Wiener Testament des Andreas Palaiologos vom 7 April 1502»; en: F. Dölger–H.G. Beck (eds), Akten des XI Internationalen Byzantinisten Kongresses, Munich 1960, 138-43. M. de FONCEMAGNE, «Éclairsissemens historiques sur quelques circonstances du voyage de Charles VIII en Italie ; et particulièrement sur la cession que lui fit André Paléologue, du droit qu'il avoit à l'empire de Constantinople», 565; en: Mémoires de Littérature tirés des registres de l'Académie Royale des Inscriptions et Belles-Lettres T. 17 (1751), 539-578. A.A.VASILIEV, Op.cit., 590. J. de ZURITA, Anales de la Corona de Aragón, T. V, lib. IV, c. XXXIX, Zaragoza 1610.

[65] Un rito que, tras las normativas litúrgicas postridentinas, se mantuvo en la Catedral Vieja de Salamanca y en Toledo.  Cf. J.M. FERRER GRENESCHE, Curso de liturgia hispano-mozárabe, Salamanca 1995. R. GONZÁLVEZ RUIZ, «Cisneros y la reforma del rito hispano-mozárabe», en: Anales Toledanos 40 (2004),165-207. Se cuenta que en una prueba de fuego, el misal toledano permanecía en el fuego sin consumirse, Cf. Ch.J. HEFELE, El Cardenal Jiménez de Cisneros y la Iglesia española a fines del siglo XV y principios del XVI, Barcelona 1869, 108.

[66] F. AGUIRRE, «Misa pontifical de rito bizantino»; en: Boletín del Real Instituto de Estudios Asturianos 5 (1948), 185-200. A.M. MARTÍNEZ TEJERA, «El “orientalismo ornamental” de la mal llamada "Arquitectura Mozárabe" en el reino astur-leonés (siglos IX-X): ¿inercial o inducida?», 234, n. 49; en: Anales de Historia del Arte 2012 (22), Núm. Especial (II), 221-235. G. PRADO, Historia del rito mozárabe y toledano, Burgos 1928. F.J. PRESEDO VELO, La España bizantina, Sevilla 2003,114-119.Sobre su progresiva sustitución por el rito romano, cf. R. SÁNCHEZ DOMINGO «El rito hispano-visigótico o mozárabe: del ordo tradicional al canon romano»; en: F. J. Campos y Fernández de Sevilla (coord.), El Patrimonio Inmaterial de la Cultura Cristiana, San Lorenzo del Escorial 2013, pp. 215-236.

[67] Cf. S. FERNÁNDEZ RIQUELME, Op.cit., 136-137.

[68] A. TOYNBEE, Op.cit., 128-131 y 137-138.

[69] A.A.VASILIEV, Op.cit., 590.

[70] D. ARMSTRONG, The Protestant Inquisition: “Reformation” Intolerance and Persecution, 1991. Cf. A. JUNCO, Inquisición sobre la Inquisición, México 1949 (7ª ed. 1990), 41-45, 91, 154-155.

[71] Cf. A. JUNCO, Op.cit., 17, 146-151, 161-170, 176-181. A. LAIRD, «Juan Luis de la Cerda and the predicament of commentary», 173; en: R. K. Gibson,C Shuttleworth Kraus (eds.), The classical Commentary: Histories, Practices, Theory Leiden 2002, 171-203. A. LAIRD, « Patriotism and the rise of Latin in 18th-century New Spain. Disputes of the New World and the Jesuit construction of a Mexican legacy»; en: Renæssanceforum 8 (2012), 231-262. A. LAIRD, «Franciscan humanism in post-conquest Mexico: Fray Cristóbal Cabrera’s epigrams on classical and Renaissance authors (Vat. Lat. 1165)»; en: Studi Umanistici Piceni 33 (2013), 195-211. M. PESET–S. ALBIÑANA, La Ciencia en las universidades españolas, vol. 36, Madrid 1996, 19. El propio Felipe II impulsa la creación de la cátedra de cirugía, que se crea en 1566: F.J. ALEJO MONTES, La reforma Universidad de Salamanca a finales s. XVI: los estatutos de 1594, Salamanca 1990, 94. Bajo su reinado se impulsaron las disecciones en las universidades de Salamanca, Alcalá de Henares, Valencia, Barcelona y Salamanca, cf. V.V.A.A., Boletín de medicina, cirugía y farmacia, Tomo Primero: Desde el número 1 al 30 inclusive, correspondientes al año 1834, Madrid, 1835, 110-111. Felipe II demuestra interés no sólo por el desarrollo de la cirugía, sino por la ciencia en general, de lo que es ejemplo su impulso a los estudios de historia natural, cf. J.Mª. LÓPEZ PIÑERO, El códice Pomar (ca. 1590), el interés de Felipe II por la historia natural y la expedición Hernández a América, Valencia 1991, 19-20.

[72] Varios ejemplos verdaderamente significativos de este hecho los encontramos en J.L.VALVERDE–T. BAUTISTA, El Codice de Cyrurgia de Teodorico de la Biblioteca Universitaria de Granada, Granada 1984, 38-39.  Cf. también J. SALVA, «Vesalio», 547, 549, 552; en: Revista de Madrid 1 (1841), 546-558. Carlos I, tras consulta científica a especialistas de las Universidades de Salamanca y Alcalá de Henares, extendió e impulsó de forma oficial la autorización a los médicos para la disección; es más ya Fernando el Católico no sólo la había permitido, sino que incluso había emprendido persecución legal contra las autoridades que pretendiesen poner trabas a tales prácticas: V.V.A.A., Boletín de medicina, cirugía y farmacia, Tomo Primero: Desde el número 1 al 30 inclusive, correspondientes al año 1834, Madrid, 1835, 110.

[73] J.J. BARCIA GOYANES, El mito de Vesalio, Valencia 1994; J.J. BARCIA GOYANES, «Cambios seculares en la Medicina», 71; en: S. Albiñana (ed), Cinc segles i un dia, Valencia 2000, 67-76. M. FERNÁNDEZ Y GONZÁLEZ, Don Juan Tenorio, Tomo I, Madrid 1851, 408. Mª.E.P. PONCE ALCOCER, Algunas enfermedades, remedios y tratamientos terapéuticos en el México del siglo XIX, México 2004, 29. A.Mª. RODRÍGUEZ CRUZ, Historia de las universidades hispanoamericanas, Tomo I, Bogotá 1973, 1973, 116.  Estaba prohibida, en efecto, en el entorno típicamente puritano del protestantismo, como también estaba prohibida entre los árabes: J.M. REVERTE COMA, Las fronteras de la medicina: límites éticos, científicos y jurídicos, Madrid 1983, 14.

[74] Cf. Cf. A. JUNCO, Op.cit., 174. M. MENÉNDEZ PELAYO, Op.cit., libro IV, cap. VI.

[75] M. AYUSO, La cabeza de la Gorgona: de la «hýbris» del poder al totalitarismo moderno, Buenos Aires 2001, 44-60.

[76] Cf. R. FRIGHETTO, Op.cit.. Cf. J. SIGNES CODOÑER, «Bizancio y sus circunstancias: la evolución de la ideología imperial en contacto con las culturas de su entorno», 132-134; en Minerva: Revista de filología clásica 14 (2000), pp. 129-176. Vl. VALDENBERG, Op.cit..

[77] Al margen de que ya desde la Antigüedad Tardía existan etapas de abuso con las consiguientes protestas. Unas protestas que, por otra parte, solían tener más efecto que en otras épocas más dadas a presumir de «libertad», pero con menos libertades concretas y objetivas. Cf. R. FRIGHETTO, Op.cit..

[78] La violación del mandato imperativo (violación que implica de inmediato la ruptura del vínculo con el elector) era delito de hýbris que, aparte de ser castigado por Némesis, conllevaba el correspondiente castigo en la rendición de cuentas o juicio de residencia, una figura que ya estaba presente en la pólis de época clásica, pero que alcanza su pleno desarrollo en el Bajo Imperio, cf. Mª.J. COLLANTES DE TERÁN DE LA HERA, «El juicio de residencia en Castilla a través de la doctrina jurídica de la Edad Moderna», 152-153; en: Historia, Instituciones, Documentos 25 (1998), 151-184.

[79] La violación del mandato imperativo (sacratio/hýbris) implica, además de repercusiones legales, el castigo de los dioses. R. BERNARD MAINAR, Derecho romano: curso de derecho privado romano, Caracas 2006, 62: «La constitución francesa de 1791, que convirtió en una monarquía constitucional a dicho país, prohibía expresamente el mandato imperativo, al igual que la de 1795. Los diputados representaban a la nación, por tanto podían votar y sostener una opinión libremente, sin responder a nadie, mientras que la ciudadanía sólo tenía el derecho a elegir un delegado, pero no a controlarlo». Digámoslo de otro modo: a partir de entonces, la población pasa a ser menor de edad y los diputados tienen dones especiales para tutelar y representar a toda la población, así como de conocer mejor que ella misma cómo se debe representar. Y no es precisamente la única constitución que prohíbe el mandato imperativo…cf. M. AYUSO TORRES, El ágora y la pirámide. Una visión problemática de la Constitución española, Madrid 2000, 156-184. Sobre el juicio de residencia, cf. Mª.J. COLLANTES DE TERÁN DE LA HERA, «El juicio de residencia en Castilla a través de la doctrina jurídica de la Edad Moderna», en: Historia, Instituciones, Documentos 25 (1998), 151-184. Sobre su aplicación particular, en el contexto subsidiario de la protección, por parte de los monarcas españoles, de los súbditos de las Indias Occidentales contra los abusos, cf. S. ANGELI, «El juicio de residencia: documento inicial para la reconstrucción de la vida social y profesional de los oidores americanos (siglo XVI-XVIII)»; en: Revista Electrónica de Fuentes y Archivos Centro de Estudios Históricos “Prof. Carlos S. A. Segreti” 3 (2012), pp. 182-196. J.Mª.IRABURU, Op.cit., 46-48.

[80] Algunos de estos principios le costó entenderlos a Carlos I, quien, en parte, procedía de una cultura que, a pesar del nombre de Sacro Imperio, tenía mucho menos de grecorromana que la hispánica, que la heredaba directamente; y se desencadenó así la guerra de los comuneros. Aun así, aunque, lógicamente, los comuneros hubieron de recibir condena, no sólo no se les aplicaron las penas previstas para crímenes de lesa majestad, sino que incluso Carlos I les da la razón en su propia práctica política y consagra el ejemplo para Felipe II y sus sucesores. Cf. J. CORDERO PANDO, Francisco de Vitoria: Relectio de potestate civili. Estudios sobre su filosofía política, Madrid 2008, 268-282.

[81] Ya en la Antigüedad Tardía está atestiguado el uso de la Cruz de San Andrés en las diócesis del norte del mar Negro, cf. M. YUVENALI, Op.cit., 16-25.

[82] No obstante, muchos hijos de los emperadores del Sacro Imperio (denominados «reyes de romanos») vendrán a la muy romana España a educarse, para poder aplicar luego en sus mandatos lo aprendido, a pesar de que no existían ya vinculaciones políticas entre ambos. Por ejemplo, Rodolfo II de Habsburgo, Sacro Romano Emperador, se educó durante ocho años en Madrid, junto a su tío Felipe II, y adoptó estética y modos hispánicos, hasta el punto de señalar que el castellano era la lengua en que se sentía más cómodo, cf. M.A. VELA, «La Praga española»; en: Historia y vida 549 (2013), pp. 46-53.

[83] A LÓPEZ EIRE–Mª.H. VELASCO LÓPEZ, La mitología griega: lenguaje de dioses y hombres, Madrid 2012, 190, 571, 650 n2554.

[84] Ibidem, 148, 238-239, 376.

[85] El primer caballero ruso en lucir la orden del Toisón de Oro fue nada menos que el zar Alejandro I, en 1814.

[86] cf. M. YUVENALI, Op.cit., 16-25.

[87] De los muchos ejemplos que pueden citarse está el de la unidad de Italia, cuya consecución fue llevada a cabo contra los pueblos y gobiernos legítimos que componían la península italiana, con apoyo extranjero por parte de los Saboya y no sin un amplio bagaje ideológico y mítico, cf. F.M. AGNOLI, La conquista del Sud e il generale spagnolo José Borges, Milán 1993. G. DE CRESCENZO, Contro Garibaldi. Appunti per demolire il mito di un nemico del Sud, Nápoles 2006. A. GRIPPO, Uno Dio e uno Re. Il brigantaggio come guerra nazionale e religiosa, Nápoles 2008. L.MILITANO, Le ferrovie delle Due Sicilie, Nápoles 2013. G. TURCO (ed.), Brigantaggio legittima difesa del Sud, Nápoles 2000. G. VIGNELLI – A. ROMANO, Perché non festeggiamo l’unità d’Italia, Nápoles 2008.

[88] Y, además, muchos asienten ante el retroceso y la pérdida de independencia, autonomía y libertades; y se contentan de que así sea, como el niño obediente que, aún sin uso de razón, nunca cuestiona lo que le dice el tutor que le han asignado. En una Unión Europea en que se margina el idioma español y en un mundo en que después del chino el español es la lengua más hablada, los gobiernos últimamente en España han demostrado fehacientemente que su interés es la imposición del inglés en la propia España, con una legislación que obliga cada vez más al predominio del inglés sobre el español. Y no son opiniones personales, puesto que cualquiera, gracias a internet, tiene a su alcance el Boletín Oficial del Estado o los planes educativos para constatarlo, si es que la realidad no le ha alcanzado ya para vivirlo en su propia existencia.

[89] Cf. A.A.VASILIEV, Op.cit., 138.